domingo, 10 de julio de 2011

JORGE LUIS BORGES Y FRAY BENTOS

El nombre de Fray Bentos se asocia a la leyenda.
Pocos pueden imaginarse ese nombre como algo real. Hasta quienes vivimos en este pueblo tranquilo, en las costas del río Uruguay, tenemos que irnos hacia atrás en el tiempo, mucho antes de la historia escrita, para encontrarnos en la difusa bruma de la leyenda aquel anacoreta posiblemente portugués que vivía solitario en un hueco de la barranca.
Muchos lustros pasaron. Mejor dicho siglos. Más de tres. Y aquellos altos farallones de color parduzco que según dicen tienen más de treinta millones de años, desde que el polvo finísimo que las forma fue arrastrado por milenios constantes por brisas persistentes del sur; aquellos altos promontorios que se ven claramente desde el río, retuvieron el nombre del frayle Vento hasta pegarse a la cartografía de los europeos.
Tampoco pueden creer que Fray Bentos no haya sido una leyenda quienes abrían las latas de corned beef en las trincheras de la Gran Guerra, encontrando en ese producto llegado allende los mares, el sustento que les retenía el hálito hasta que poco después, irremediablemente, cayeran bajo la balacera de los alemanes.
Quienes leyeron a Jorge Luis Borges, muchos de ellos, hasta han creído que, efectivamente, el pueblo de Fray Bentos donde encontrara a Funes, el memorioso, nació de la inventiva y la imaginación del genial argentino, como una segunda Macondo pero no de García Márquez.
Borges contribuyó a esta idea de irrealidad. Vivió momentos en Fray Bentos cuando él mismo no había nacido. En efecto. En "Funes, el memorioso" dice haber estado de visita a la ciudad en dos oportunidades. En 1884 y en 1887, lo que pudiera haber sido verdad, si no hubiese sido que él nació en agosto de 1899...
No obstante, creemos que el entorno del relato y algunos de sus personajes, tonifican la idea que en algunos de sus años infantiles, Jorge Luis Borges habría visitado Fray Bentos. De hecho, sus padres veraneaban en algunos lugares del interior de la provincia de Buenos Aires y del Uruguay, alternadamente, lejos del calor pegajoso de los veranos de Buenos Aires.
Fray Bentos era una pequeña villa apegada a la vida campestre, cercana de aquellas estancias que le proveían a la Compañía Liebig el sustento de miles de cabezas de ganado que mágicamente pasaban a convertirse de alegres animales pastando en decenas de productos y subproductos basados en la carne, que abandonaban estas tierras platenses hacia Europa llevando el nombre de Fray Bentos en sus etiquetas. Desde 1863, un extracto oscuro, viscoso, de olor repugnante y de gusto tremendamente amargo, se elaboraba industrialmente aquí y pronto le dio a Fray Bentos el renombre de "la gran cocina del mundo"...
La quinta de los Laureles, según el escritor en su imaginación estaba "a la vuelta" de donde vivía la madre del personaje Irineo Funes, el "cronométrico" Funes, por su rara habilidad de saber exactamente la hora en cualquier momento sin siquiera levantar la vista al cielo y, de hecho, ni siquiera mirar el reloj.
Esta "Quinta de los Laureles" no podía quedar fuera de este ámbito bucólico donde Borges asentara las raíces de esta historia. Para él este sitio significaría algo más que un lugar perdido en lo recóndito de un pueblo perdido: era el sitio donde sus padres le engendraron, en diciembre de 1899, poniendo en su persona algo más de "uruguayo", si es que consideramos que la madre de Borges era oriental.
"Los Laureles" era propiedad de la compañía Liebig, a escasa distancia de los corrales donde miles de vacunos esperaban el fatídico momento de pasar a convertirse en extracto de carne, en conserva o en un apreciado cuero en el mercado de Amberes. Visitas importantes relacionadas a los empresarios, eran acogidos frecuentemente en este lugar, donde vivió don José Batlle y Ordóñez antes de ser Presidente del Uruguay.