El silencio no existe.
Cierta vez, el famoso compositor norteamericano John Cage, ya
desaparecido, decidió encontrarse con el verdadero silencio y solicitó permiso
para entrar a la llamada cámara anecoica de la Universidad de Harvard. Estas
cámaras, muy pocas en el mundo por su complejidad y por ser muy costosas, están
hechas para retener absolutamente todos los sonidos y ecos y se usan para
estudios del sonido.
En este lugar, el famoso músico tuvo una experiencia inaudita: no había
silencio absoluto. Percibió en el ambiente dos sonidos; uno alto y otro bajo.
Los técnicos le informaron que el primero era su sistema nervioso funcionando y
el segundo los latidos de su corazón y la sangre corriendo por sus venas.
Tecnología de por medio podríamos decir entonces que el silencio no
existe. Siempre hay pequeños, casi inaudibles sonidos que están rodeándonos.
Otra experiencia increíble fue la de un director de orquesta sinfónica
que tuvo que ensayar un concierto con un pianista absolutamente ciego. ¿Cómo
hago para hacerle una señal para indicarle cuando él debe iniciar los acordes?
La madre del pianista que lo acompañaba a todos lados, le dijo: no se
preocupe...él escucha su respiración.
Y aunque parezca difícil de creer, la señal ideal de conexión entre el
Director y el pianista fue el sonido casi imperceptible de la fuerte
inspiración del Director cuanto levantaba su batuta que el ciego escuchaba
perfectamente...
Qué hermoso debe ser concentrarse tanto en el silencio como para
encontrar en él los sonidos que nos parece que no existen!
En una noche cualquiera, si acaso acalláramos los sonidos producidos por humanos, podríamos decir que estamos disfrutando del silencio, cuando en realidad hay decenas, sino miles de sonidos que la naturaleza encierra, desde el sonido de las olas hasta los lejanos chirridos de las langostas y alguno que otro canto nocturno de los pájaros.
Solamente hay que detenerse. Que concentrarse. Que adentrarse en las
cosas simples. Escrutar en el silencio. Observar más que mirar despreocupadamente.
Sumergirnos en nuestro propio interior para descubrir cosas que nos parece que
no existen pero que aguardan allí para enseñarnos mucho de la vida, de los
comportamientos y de los sentimientos.
El silencio no es la ausencia de sonidos, sino que
es el estado ideal del hombre consigo mismo para descubrir el mundo que nos rodea...
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