miércoles, 11 de enero de 2012

CASABLANCA - LA CASA DE LOS CUATRO VIENTOS.

Aquellos que ansían futuros que no serán con sus plantas pisados,
disparan  sus sueños para que vayan a clavarse en otros tiempos.
Saetas lentas, porque van cargadas de esperanzas.
Saetas ardientes, porque donde caen encienden fuegos.
Saetas preñadas, que al caer engendran otros sueños.

Por ello veo, en esta casa,  una flecha que trasponiendo décadas
aún viaja. Acuna los misterios que a nadie niega, pero los resguarda para los que la habitarán mañana. Amamanta niños y consuela viejos. Cría, alimenta y mata sueños que son nada en sus doscientos años.

Nació en el promontorio esbelta,  alta y desafiante. Cual faro resaltando en la bruma de los montes, del orgulloso río se hizo compañera, ora mirándose en sus aguas cuando mansamente a sus pies pasa, ora desafiándole y poniéndole el pecho cuando se desmadra y roe sus cimientos con la correntada.

Alentó a los hombres a que la miraran desde el pie de la barranca o que la otearan de lejos desde sus veleros y balandras y les señaló certera el sitio privilegiado donde nació Casablanca.

Alguien la llamó “de los cuatro vientos” y ella misma, se vanagloria que por sus entrañas pasan los años, los hombres y los tiempos, derrochando ilusiones, pasiones y retos. De esos retos que se hacen los corazones impetuosos que levantan piedras, construyen  y con mucho más que sangre alimentan sueños.

Vengan de donde vengan, la visitan los vientos: suaves del norte, anunciando mal tiempo; ráfagas heladas carcomiendo huesos y hasta las tenues brisas que rizan las aguas del omnipresente río.

Casablanca, eterno vigía, se despereza cada mañana con el sol que el oriente le promete día a día y recibe los consejos de la luz cansina que se despide detrás de la isla, para soportar la oscuridad y los ruidos que reinan a la noche.

Dios marcó el punto donde  caería esa flecha. No ha habido errores en las dos centurias que vienen pasando, engarzando con esmero el río, el puerto y el saladero. Artífices los hombres con sus visiones. Pero también obra de arte la naturaleza donde creció Casablanca.

Casablanca, Casablanca. Paterna mirada sobre el pueblo quieto. Rezongos de máquinas y mugidos trémulos acompañan a las vacas que tras marronazo certero el brillo del naife libera sus sangres que abonan la vida corriendo hacia el río.

(Rene Boretto - Dic. 2009)

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